miércoles, 17 de junio de 2009

El torneo es una pelea de chicos

Luis Heredia
La Voz del Interior.
lheredia@lavozdelinterior.com.ar

Con los equipos grandes en franca caída, el presente Torneo Clausura de fútbol de Primera División parece destinado a quedar en manos de algunos de los clubes denominados chicos, una circunstancia que se da cada tanto en los campeonatos argentinos y que genera una sensación de justicia deportiva que tranquiliza muchos espíritus. “Es la versión futbolística de la victoria del pequeño David sobre Goliat, el gigante filisteo, y al igual que en el relato bíblico no se descarta también la influencia celestial en este tipo resolución de los torneos, debido a cierto malestar divino por la soberbia de los clubes grandes. ¿Hace cuánto que uno de los cinco grandes no peregrina a Luján para pedir algo?”, afirma desde el Departamento de Relaciones con el Reino Celestial de la AFA, Beato Mártir Rodríguez Villalba.

Pecado capital. Esta soberbia de los clubes grandes del fútbol nacional, también habría generado castigos divinos con antecedentes bíblicos como el que está padeciendo Independiente de Avellaneda, que para colmo es un club vinculado con el Príncipe de las Tinieblas. “Lo que sucede con la cancha de Independiente a medio construir es similar a lo que pasó con la Torre de Babel”, dice el dirigente. “Los constructores de la torre querían llegar al cielo con la edificación y Dios hizo que comenzarán a hablar en lenguas diferentes y desconocidas, con lo cual reinó la confusión y se abandonó la empresa. Miles de años después, los trabajadores que construían el estadio de los Rojos, empezaron a hablar en celta, sánscrito, griego antiguo, gótico, sumerio, arameo y unos 250 dialectos indo europeos ya desaparecidos haciendo imposible terminar con la obra”, agregó Villalba.

Idólatras académicos. Otro caso que generó malestar en el cielo fue el de Racing de Avellaneda. Cuando logró aquel campeonato del 2001, después de 35 años de vagar por el desierto, en lugar de agradecer como corresponde al verdadero hacedor del prodigio edificando por lo menos una capilla, sus hinchas cayeron en la idolatría y fundieron una estatua del “Mostaza” Merlo. “Ya le había pasado a Moisés, cuando bajaba del monte con las Tablas de la Ley y se encontró con un becerro de oro”, agrega el especialista, para quien la lucha de la Academia por evitar la promoción es parte del castigo divino, que podría ser terrible si ahora le hacen una efigie a Caruso Lombardi. Por el contrario, los integrantes de los equipos chicos son habituales promesantes a lugares santos, a los que concurren en búsqueda de milagros que les permitan un ascenso a una categoría más digna, o evitar un descenso condenatorio. La imperiosa necesidad de conseguir estos éxitos deportivos por intermediación celestial, y el abuso de las peregrinaciones termina generando estados místicos en muchos jugadores, algunos de los cuales sienten el despertar de auténticas vocaciones religiosas.

Ser pequeño. Pero qué es exactamente un equipo chico. En principio es una especie bastante abundante dentro del fútbol, y consiste en un club con una masa de seguidores no muy profusa (en algunos casos en extinción), con una cancha de dimensiones más bien familiares, un presupuesto emparentado a los de los países más olvidados del Tercer Mundo y una historia en la que abundan los sinsabores y las debacles deportivas. La mayoría de estos clubes no lograron nunca un campeonato y el recuerdo de algún equipo inolvidable de la década del ‘40, es tema de recurrente de conversación entre sus hinchas cada vez que juegan de local. Es muy difícil realizar una medición para determinar cuál es la entidad más reducida del fútbol argentino. Pero los anales futboleros recuerdan algunos casos de clubes mínimos (nanoclubes), que apenas llenaban los requisitos para ser considerados como tales. Un caso concreto es el del Deportivo Alaska, una entidad de efímero paso por el fútbol nacional y que fuera fundada en 1953 por los marineros de un buque ballenero tripulado por esquimales que encalló en cercanías de la costa argentina. Para integrarse a la sociedad argentina y ante la remota posibilidad de ser repatriados, estos marinos fundaron el club de fútbol, pero la experiencia integradora fracasó porque impusieron como cláusula que sólo podría tener jugadores, cuerpo técnico, socios, dirigentes e hinchas de origen esquimal. Como los únicos esquimales en la Argentina eran ellos, y en total eran 25, en consecuencia tan sólo el equipo titular, el banco de suplentes, y la comisión directiva insumió a 22 personas. Los tres esquimales restantes fueron destinados para conformar la hinchada. De todos modos se la recuerda como una barra aguerrida (acostumbrada a la dureza del Mar de Bering) y bastante pesada porque iba a la cancha armada con arpones balleneros, que utilizaban para neutralizar las cargadas rivales por ser el único equipo del fútbol argentino que no conoció la victoria, ni marcó un gol, durante toda su existencia. Como se ve, a la historia del fútbol no sólo la escriben los clubes grandes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario