martes, 5 de mayo de 2009

Casi un monólogo albirrojo


La expulsión de Cobelli convirtió al clásico en una lucha desigual. Así y todo, Instituto debió sufrir.

Hugo Caric
La Voz del Interior

Si el arranque del partido había mostrado mejor a Instituto, ni hablar de lo que sucedería después de la increíble expulsión de Sebastián Cobelli, cuando en Alta Córdoba apenas se habían jugado ocho minutos.

La reacción del delantero de Talleres (se trenzó en una discusión con los hinchas albirrojos y la concluyó con gestos obscenos que fueron informados por el árbitro asistente Adrián Galante) transformó decididamente al clásico en una lucha desigual. De ahí en más, en términos futbolísticos, todo pasó a depender de la Gloria. Lo bueno y lo malo.

Talleres aguantó como pudo, con dos líneas de cuatro y la búsqueda sistemática de Salmerón –un auténtico llanero solitario– desde los lanzamientos de Zermattén. Muy poco.

Pero Instituto no aprovechó el sacudón anímico y mucho menos la ventaja numérica. Faurlin la pedía siempre pero sus socios (Cardozo y Croce) no estaban en la misma sintonía. Entonces, la Gloria no tenía aceleración en tres cuartos de cancha y tampoco profundidad, ya que Romero y Morales Neumann pivoteaban muy lejos del arco albiazul.

La falta de pericia de Instituto fue llevando el partido hacia el terreno de la conveniencia albiazul: escaso juego, bastante "chamuyo" y abundancia de fricción.

Al fin, Faurlin. En el complemento, el que movió el tablero fue Jorge Ghiso. Concistre por Cardozo, para tener un referente en el área rival, Morales Neumann bien abierto, y Croce y Romero más cerca de Faurlin.

Limitado en lo futbolístico y descontrolado por la impotencia, Talleres apostó un pleno al aguante y a los recurrentes bochazos para Salmerón.

La movida de "Vitrola" enseguida dio sus frutos e Instituto se convirtió en una tromba. La resistencia de la "T" duró cinco minutos, hasta que llegó el zurdazo goleador de Faurlin. Parecía que el local le había bajado la persiana al partido, y los "oles" de las tribunas presagiaban una diferencia aún mayor.

La gran chance llegó a los 12 minutos, cuando Céliz desestabilizó a Concistre en el área y "el Pelado" pidió ejecutar el remate que le correspondía a Romero. Nadie se lo impidió, y eso atenúa las culpas del "Pelado" por la atajada de Brasca (aunque no por haber dilapidado el rebote). Fue una acción clave del partido, que le terminó costando caro a la Gloria.

Después llegó la confusión albirroja, la reacción albiazul y un sufrimiento innecesario para los 23 mil hinchas gloriosos que anoche coparon el Monumental.

En pocas palabras

Cobelli condicionó a la "T". Instituto se insinuó superior en el inicio y la expulsión del delantero albiazul le facilitó las cosas. Así y todo, sus propias carencias le impidieron aprovechar esa ventaja en el primer tiempo.

Concistre complicó a la Gloria. Cuando el local mejor jugaba, y ganaba 1-0, "el Pelado" desperdició la gran chance para definir el encuentro.

Las figuras

Alejandro Faurlin (7). Aun con imprecisiones, siempre se comprometió con el juego y fue la referencia futbolística de Instituto.

Facundo Agustinoy (7). Prolijo y eficaz en la mitad de la cancha.

Sebastián Bartolini (7). Fue el abanderado del aguante albiazul.

El árbitro

Cristian Faraoni (muy mal). El clásico le quedó enorme. Dejó pegar demasiado y careció de autoridad. Acertó en la expulsión de Cobelli, aunque les perdonó la vida a Frontini, Moreyra, Wilchez y Zermattén. Estuvo correcto en la sanción del penal para Instituto.

Cuestión técnica

Jorge Ghiso. Paró el habitual 3-4-1-2 pero su equipo no tuvo el juego esperado. Con los retoques, la Gloria ganó en precisión y agresividad.

Raúl Peralta. La prematura expulsión de Cobelli lo obligó a sostener el partido con un 4-4-1. En la adversidad, cambió hombres y mantuvo el sistema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario