martes, 5 de mayo de 2009

Una brecha entre el partido pensado y el que se dio

Pablo Giletta
La Voz del Interior

Aunque la temprana expulsión de Sebastián Cobelli fue un condicionante que marcó el desarrollo del juego en Alta Córdoba, el triunfo de Instituto no se puede explicar únicamente a partir de aquella decisión del árbitro Cristian Faraoni (a instancias de uno de sus asistentes), sino también a la luz de un par de aciertos del entrenador albirrojo para romper el cerrojo que había planteado Talleres en su última línea para aguantar al local hasta desgastarlo.

Cambio de planes. En la previa, el juego se planteaba como una batalla en el medio campo, con Agustinoy y Basualdo como abanderados de la marca y el resto más preocupado en la función ofensiva. Pero el partido, tal como se lo concibió, no llegó a armarse porque la expulsión de Cobelli obligó a un cambio de planes. A partir de ese momento, Talleres se desentendió casi por completo de la tenencia del balón, potestad que cedió por completo para que la Gloria lidiara con sus propios conflictos. Una y otra vez, Morales Neumann y Romero chocaron con los defensores de la "T". El ataque de Instituto fue demasiado frontal y previsible. No tuvo en el área ni un solo futbolista con la chance de quedar mano a mano con Brasca, ni tampoco probó con acierto de media distancia.

Los aciertos de "Vitrola". El claro desequilibrio que marcó Instituto en la apertura del complemento, cuando llegó al gol y dispuso de varias chances (penal incluido) para liquidar el pleito, tuvo que ver con dos acertados movimientos de su DT. Por empezar, mandó a Gagliardi y Cardozo a jugar pegados a las líneas laterales, haciendo la cancha más ancha. De esa manera, la Gloria tuvo más espacios ante un rival que jugaba con uno menos. El otro acierto de Ghiso tuvo que ver con la inclusión de una referencia de área. Pese a que Concistre estuvo irresoluto, su presencia sumó una cuota de preocupación a la zaga albiazul, que había tenido un primer tiempo sin complicaciones.

Los fantasmas. Tras el penal que Brasca le atajó a Concistre, el partido se rearmó. Talleres se animó a tener un poco más la pelota e Instituto accedió resignadamente a compartirla. Con el ingreso de Wilchez, la "T" tuvo más atrevimiento. Sin embargo, hasta el final no se animó a soltar algún volante más (Zermattén, el propio Wilchez, Cabrera y el ingresado Rolón casi no pisaron el área de Instituto) y el empate fue una quimera, pese a la indecisión de Instituto que, en otras circunstancias, le hubiera costado caro.

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